Entre los buenos placeres de los que me gusta disfrutar en ésta etapa de mi vida, el enoturismo ocupa un buen lugar. Si además ofrece una experiencia sensitiva y cultural de mayor calado como son los casos en los que forma tándem con un aspecto cultural importante como puede ser el arte o la arquitectura; el deleite de la visita se intensifica.
En la búsqueda de ésta fórmula de experiencia gratificante intensificada, fuimos en busca de la obra que la arquitecta anglo-iraquí Zaha Hadid realizó en la bodega de López de Heredia, o Viña Tondonia, en Haro ( La Rioja) Y aunque no fue posible visitar las instalaciones ese día, sí pudimos disfrutar de una buena copa de sus caldos en el singular espacio que Zaha Hadid había creado.
Desde los exteriores de Viña Tondonia , en su edificio de finales del XIX se percibe ya un halo muy particular donde la tradición, una sólida estructura muy cuidada, y el gusto por los pequeños detalles nos habla ya del proyecto vitivinícola y bodeguero frente al que nos encontramos. Eso sin ni siquiera haber accedido al interior de sus instalaciones. La arquitectura, cuando es una buena obra de arte comunica valores, ideas en intenciones y nos habla con sus volúmenes, espacios y materiales.
Pero, a la espera de una visita completa, en ésta ocasión me limitaré a esa pequeña joya arquitectónica que Viña Tondonia alberga en la entrada a sus instalaciones, lugar de recepción de visitantes: El Pabel
lón que Zaha Hadid diseñó para la bodega con motivo de su participación en la Exposición de Barcelona en 2002. Evento que sirvió para conmemorar los 125 años de la participación de la bodega en otra importante Exposición en Bruselas.
Sorprende encontrarse una obra así: contemporánea , con cierto aire futurista realizada en cristal y metal en un lugar tan tradicional como la bodega de López de Heredia, donde la madera, el cemento y el exultante rojo predominan en el entorno ; por lo que la primera sensación al acceder a la propiedad es de total perplejidad. Lo cual te lleva a dirigirte directamente hacia el elemento disruptor del entorno, como buena curiosa por naturaleza que soy, allá fui.
Y sorpresa de nuevo; como en un juego de muñecas rusas Matrioskas nos volvemos a encontrar con otro nuevo espacio contenido por el anterior. El kiosko de madera, cristal, espejos y telas que el fundador de la bodega Rafael López de Heredia encargó realizar y presentó en la Exposición Internacional y Universal de Bruselas el 23 de Abril de 1910, ahora totalmente restaurado y resplandeciente. Una pequeña joya del modernismo que como si de un viaje al pasado dentro de una nave casi futurista se tratase, nos lleva al germen de la marca “R. López de Heredia” : el respeto por la tradición familiar, el gusto por lo tradicional en busca del “Rioja supremo” que perseguía su visionario ancestro.
Zaha Hadid captó con maestría la filosofía de éste proyecto familiar y nos deleita con una obra conceptualmente impecable, en la que refleja la unión de la tradición con una inapelable apuesta por la innovación ; y lo hace con una obra en forma de decantador de vino o de probeta de laboratorio convertido en pabellón de feria para mostrar y vender los vinos de López de Heredia. Un recipiente alquímico dentro del que se conjuga, entremezcla y transforma toda una trayectoria de más de 140 años en el arte y oficio de hacer un buen vino. La idea y su materialización en recipiente espacial contenedor de vino e historia me resultó sumamente atractiva, y un derroche de talento y sensibilidad por parte de la arquitecta iraquí. Hay una poética muy especial en su concepción, y esa poética llega al visitante cuando accede al interior del espacio repleto de estanterías de suelo a techo. Como en los mejores procesos alquímicos, dentro de ese “decantador” una persona entra para ser transformada y transportada a través del tiempo y los sentidos mientras el líquido que le ofrecen colma su olfato, llena su boca, y atraviesa su garganta mientras una voz le va narrando cómo allí se sigue elaborando vino como antaño y porque en el siglo XIX era más sano beber vino que agua.
Pero en toda ésta experiencia, no puedo por menos que hacerme una pregunta ¿Porqué si las estanterías estaban pensadas y construidas para albergar vino y mostrarlo, están tan vacías? Apenas un par de filas de botellas y algunos libros imprimen un poco de color al grisáceo interior más allá del Kiosko estilo Belle Epoque. ¿Cómo sería realmente entrar en éste espacio repleto del color del vino y los reflejos de los vidrios de sus botellas? Imagino que sería como entrar de verdad en el interior de un decantador, en el interior de una probeta de laboratorio y formar parte de ese proceso alquímico que rodea al vino y su mundo, entrar en el alma del vino de López de Heredia y trasladarnos al pasado mientras bebemos en el mostrador de ese maravilloso kiosko de brillantes barnices., una obra artesanal de primera categoría.
Podría tratarse de una experiencia sin igual. Estoy segura, porque el espacio y la arquitectura hablan en su particular lenguaje, que así fue concebido por su creadora, que no dejaba nada al azar, y así es como ésta magnífica obra arquitectónica de Zaha Hadid se nos mostraría en su plenitud.