¡Ya vienen los Reyes!
Podríamos estar escuchando el grito alegre de muchos niños en el momento de la “aparición” de sus majestades los Reyes Magos en la cabalgata de su localidad. Una representación que año tras año nos cuenta en forma de teatro viviente un precioso cuento de amor, ilusión y misterio.
Pertenece a la tradición cristiana, pero como ocurre con otras muchas historias procedentes de diversas tradiciones cuando en su sustrato anida lo universal como arquetipo simbólico, la historia conecta con nuestro interior y se universaliza adaptándose al tiempo y lugar en el que se narra. Considero que esa esencia es la que nuestro Ser interno reconoce en la representación de esta historia navideña.
¿Qué sustrato universal encontramos en éste entrañable episodio de la Navidad? ¿Qué nos desvela la adoración de los Magos? ¿ Y cómo lo ha trasmitido el arte de la Pintura a través de los tiempos?
Giotto di Bondone. Adoración de los Magos.1301. Fresco. Capella deli Scrovegni. Padua. Italia
Volvamos de nuevo a la inocencia de los niños, son quienes mejor comprender este fenómeno. Ellos nos lo pueden enseñar, pues para verlo necesitamos mirar desde el corazón.
Si despojamos la esperada llegada de los magos, de toda su contaminación consumista; bajo esa nube de vacuidad podemos ver el cultivo del gusto por lo mágico, el misterio como parte del vivir, la ilusión en forma de espléndida sonrisa, el brillo de sus miradas ante la perspectiva de ese final del trayecto que le traerá sus deseos materializados. Es el poder de la intención, el poder de visualización de aquello que deseamos, pero que tan solo funciona si es deseado desde el corazón. Y en esto los niños son maestros para todos nosotros. El niño pide al Universo en forma de Reyes Magos, y confía. Da igual la vía que el Universo tome para concederle esos presentes o dones, lo realmente importante es ese proceso de confianza absoluta en que le será concedido. ¿Acaso no hay en ello algo de magia y misterio tras este acto simbólico? ¿ Cuántos de nosotros, años después buscamos reencontrarnos con ese aprendizaje para volver a incorporarlo en nuestras vidas? Esa semilla interior que imagina, cree y cocrea con el Universo está en nosotros en la infancia, y al crecer la sofocamos en lugar cuidarla y seguir viviendo el misterio de la vida.
Por otro lado, tras contemplar largamente varias pinturas sobre el tema me pregunto: ¿Cuál es realmente el regalo en la representación de la Adoración de los Magos? ¿ Son aquellos presentes que le son dados al niño como dones que le acompañaran en su vida o es el propio niño honrado mediante esa entrega de amor y buenos deseos para su vida por parte de sus mayores los magos? Al fin y al cabo ¿No es cada niño la promesa de un nuevo tiempo para su propio árbol familiar, comunidad, país o cultura? Ellos son Reyes, Dioses y almas que sufrirán en su tránsito por la vida, tal y como simbolizan los regalos que se le hacen a Jesús.
Hans Memling. La adoración de los Reyes Magos, 1479/1480. Óleo sobre tabla, 95 x 271 cm. Museo del Prado. Madrid.
LA EPIFANÍA
Es el acto que conmemora ,desde la religión Cristiana, el momento en el que Jesús se manifiesta al mundo, “se da a conocer” en su presencia humana. En muchas culturas la epifanía es precisamente esa revelación por parte de magos, chamanes, brujos, sabios… que interpretan las visiones del más allá.
¿Quiénes eran los Reyes Magos?
Estos magos, astrólogos o sabios, se dicen que pertenecían a la orden mística de Zoroastro y cuando tuvieron conocimiento del nacimiento del Niño Jesús, fueron a reconocerlo. Inician un peregrinaje a Belén guiados por una certeza en forma de estrella, intuición, mensaje de ángeles en sueños o luz interior; quizás todo ello a un tiempo. Proceden de diferentes países y continentes, aunque sobre todo de Persia y se dice que no eran solo tres, sino muchos más. En el Evangelio de San Mateo en ningún momento se menciona el número de magos. Posiblemente la tradición pictórica los relaciona con tres magos porque ese número ya indica multitud y porque sí eran tres los dones que entregan al Niño.
Ese camino hasta el encuentro con el Niño Jesús, suponemos les depara dificultades y les lleva bastantes jornadas realizar. Pero curiosamente, llegan a Belén a la vez, en el instante preciso se han reunido con una misma finalidad. ¿Intervención divina quizás?¿ Casualidades que no existen? Y a un tiempo entregan al Niño sus bendiciones y regalos. Un gesto muy simbólico y clave en esta historia, el reconocimiento de la Divinidad en cuerpo humano.
Los tres regalos o dones que llevan tienen relación con la Naturaleza del Niño, siendo símbolos místicos y espirituales que iban a indicar la futura vida de recién nacido.
Oro. Porque es Rey de los judíos. El Oro representa el Reino o la conciencia de Dios.
Incienso. Porque es Dios, la divinidad habita en él. El incienso era una sustancia preciosa que se usa para bendecir y ungir a los enfermos. También suele ser quemado en un contexto de adoración. Y ayuda a purificar el aire.
Mirra. Porque es víctima sacrifical, para su sufrimiento en la cruz. La mirra es usada para paliar el dolor en los enfermos. Señal de que ese niño conocería el dolor en su vida, le fue concedida para consolar a Jesús en los momentos de tristeza, durante cada dificultad con la que se iba a enfrentar.
AQUELLO QUE LAS OBRAS DE ARTE NOS CUENTAN.
A través del Arte podemos entrar un poco más en ese misterio y descubrir aquellos elementos simbólicos que han permanecido y los que han sido incorporados por el camino de adaptación a la visión de los tiempos en los que la historia se narraba.
Esta escena de la adoración de los Magos ya se representaba en las catacumbas romanas donde se puede ver a María con el niño en un extremo, y en el otro a los magos llevando sus presentes sobre unas simples bandejas. Una práctica que aparece en representaciones de la Roma Antigua cuando las personas del pueblo sometido llevaban presentes al vencedor, tal ceremonia era conocida como Triunfo. Por lo que ya se desprende que el acto de presentarse frente al Niño con sus regalos/dones es un acto de reconocimiento y de rendición de pleitesía.
En el siglo V se empieza a situar a María con el niño en el centro de la escena añadiendo la comparsa de camellos y acompañantes de los Magos. Se va acentuando así el poder de estos en la escena, al tiempo que el protagonismo de madre e hijo es indiscutible.
Más tarde, en época bizantina, aparece un ángel llevando una estrella y uno del los magos se arrodilla o inclina ante el Niño. Un gesto que ya se mantendrá de continuo en la representación iconográfica de la escena.
En Occidente, allá por la Edad Media el lujo hace acto de presencia tanto en las vestiduras de los magos ahora con manto real y corona; como en los regalos que se empiezan a mostrar en recipientes de metales preciosos. También se va haciendo más constante la presencia de la figura de San José que no siempre aparecía.
En la imagen de la obra de La Adoración de los Magos de Giotto del siglo XIV nos encontramos con una escena en la que las vestimentas todavía no marcan demasiada diferencia más allá de las coronas de los dos Magos en pie. Sí han hecho acto de presencia camellos y pajes como parte de la caravana de los magos. Aquí todavía los tres magos son de tez blanca.
La escena de Giotto, en toda la sencillez propia de su época, está llena de ternura, la forma en que la virgen agarra al Niño y mira al resto de los magos que le muestran sus presentes. La leve inclinación de cabeza de Gaspar, o el beso de Melchor a los pies del Niño mientras permanece arrodillado; hasta los camellos parecen irradiar ternura.
Como hemos mencionado aparentemente todos los personajes de la escena están tratados al mismo nivel, pero hay jerarquías en su presentación, aunque estás sean muy sutiles. Los halos dorados sobre las cabezas nos hablan de qué personajes son los protagonistas y al tiempo nos muestran un Chakra Corona activo, irradiando luz en conexión con la Divinidad. Por otro lado, la familia y después el ángel que les acompaña son representados a un nivel superior en altura con respecto a los demás personajes, a pesar de estar más atrás en la imagen. Por esta época del gótico tardío las reglas de la perspectiva que vemos en el armazón de madera del establo eran muy incipientes todavía y la jerarquía divina estaba por encima de las leyes mundanas del espacio.
Otro detalle a tener en cuenta y que resulta muy peculiar en esta obra de Giotto, es la representación del cometa Halley como la estrella, el cometa hizo su aparición en 1301. La verdadera naturaleza astronómica de la estrella es hoy muy discutida.
Es en La adoración de los Reyes Magos de Hans Memling en 1470 cuando el primer rey negro entra en escena. Los Reyes Magos son considerados la representación de las naciones de la tierra y sus continentes: Asia, África y Europa. Hasta ese momento se les había representado con el rostro blanco, pero en esa época de grandes viajes la inclusión de un rey negro acentuaba la universalidad alcanzada por la grandeza del Jesús. Simbólicamente, los tres reyes además de hablarnos de los tres continentes, nos hablan de tres razas y de las tres edades del hombre ya que suelen ser representados como anciano, de mediana edad y en la juventud. Extendiendo así el alcance de la manifestación del Niño Dios a todos los pueblos de la tierra, y a todas las generaciones.
Peter Paul Rubens. Adoración de los Reyes Magos ,1609. Óleo sobre lienzo. 355,5 cm x 493 cm. Museo del Prado. Madrid
Si la historia de la Adoración de los pastores narrada en el evangelio de San Lucas representa la manifestación de Jesús a los judíos y a los pobres. La narración de San Mateo que habla de unos Magos que viene de Oriente es la manifestación del Niño Dios a los poderosos, sabios, y a las diferentes partes de la Tierra. Una de las escenas que marca diferencia a este nivel es el cuadro de Rubens, que se encuentra en el Museo del Prado en Madrid. En él todo es exuberancia, sensualidad, poderío y exceso. Una composición tumultuosa de figuras que casi parece abalanzarse en diagonal sobre la sagrada familia que se encuentra ubicada en el margen inferior izquierdo de la escena. Resulta realmente sorprendente como toda esa avalancha humana de fuerza bruta y poder material es contenida tan solo con la luz que irradia el niño y que ilumina el mundo y la escena. El evangelio habla de Jesús como “La luz del Mundo” y tanto Rubens en este cuadro como El Greco en su adoración de los pastores (1614) hacen un excelente uso de esa luz que no solo ilumina a los personajes del cuadro, sino que por añadidura también es la iluminación de sus almas frente a la presencia de la divinidad manifestada en Niño. La escena de Rubens transcurre en un ruinoso templo romano hablándonos con ello de la caída del mundo pagano y el comienzo del mundo cristiano como alumbramiento de una nueva era.
Los pintores, a lo largo de los tiempos, se han encontrado con un reto importante al abordar este tema pictórico. Tienen que hablar de un evento importante, al tiempo que es un acto doméstico y tierno. Hay que mostrar la magnificencia de los Reyes junto a su séquito pero sin restar protagonismo a lo realmente importante, la gran humanidad implícita en la escena de la presentación del Niño Dios, irradiando ternura, bondad, humildad y Luz. Esto supone un gran reto para los artistas de todas las épocas. Es la Adoración de los Reyes, pero los Reyes no tienen importancia por sí mismos, sino por lo que hacen, por su gesto; el protagonista es el Niño y las bendiciones y promesas de un tiempo mejor que llegan con él.
Diego de Silva y Velázquez. Adoración de los Magos 1619. Óleo sobre lienzo, 203 x 125 cm. Museo del Prado. Madrid.
Por último, nos acercamos al cuadro de este mismo tema pintado por Diego Velázquez en 1619. Dado que es un cuadro muy peculiar en su presentación y ejecución.
En ésta obra Velázquez nos muestra una escena casi familiar: la sagrada familia junto a los Magos. De la gran caravana aquí solo queda un paje que mira la escena con curiosidad. Ha desaparecido la ostentosidad para hacer sitio al naturalismo, ni siquiera los Reyes llevan ya corona. Las figuras llenan prácticamente toda la superficie del cuadro en una composición deliberadamente recargada, dispuestos en una cercanía y sosiego que acentúa la comunicación intima entre los personajes ; una pequeña abertura a un paisaje crepuscular en el ángulo superior izquierdo nos muestra el exterior e invita todavía más al recogimiento. Esta escena podría estar ubicada en cualquier lugar, pues no hay relaciones espaciales concretas.
Para su ejecución Velázquez, toma como modelos a los miembros de su propia familia: en el lugar de María pone a su esposa, a su hija recién nacida como al Niño Jesús, Melchor es su suegro Francisco Pacheco, y el mismo pintor se autorretrata en el papel de Gaspar.
Por todo ello, nos encontramos frente a una representación de la Adoración de los Magos, que lleva la trascendentalidad y universalidad del reconocimiento de la Divinidad manifestada en el Niño Dios al terreno de lo familiar, cotidiano y humano. A ver esa divinidad en cada niño o niña del planeta.
Las coronas han desaparecido, también los halos. En la Virgen apenas se insinúa. En cambio es el niño o la niña en este caso quien mantiene cierta iluminación dorada en su corona, en conexión con su naturaleza y luz.
Y tras éste viaje por el misterio no puedo por menos que preguntarme ¿Cómo sería pintada esta escena ahora y en la época del despertar de la Consciencia en la que se supone nos encontramos?
¿Es tan descabellado volver nuestra mirada de nuevo hacia los Reyes Magos y creer en su capacidad para hacer realidad nuestras peticiones? Quizás solo hemos de creer que es posible; pero recordad, se ha de mirar y pedir desde el corazón, como nos enseñan los niños.
Que los Reyes Magos os colmen de dones. ¡Feliz Navidad!